Subtitulado al español por FLC @Frotando la Costumbre.

Trudeau busca criminalizar el pensamiento disidente, dividir las aguas: Trudeau es un político. Por eso también alecciona. Se aprovecha de la situación para decir que la violencia no está solo en el acto aislado (lo abuchearon y le tiraron un guijarro que ni lo despeinó), sino que es algo que ocurre a diario y padecen los ciudadanos obedientes que sostienen este nuevo mundo (enfermizo) frente a la maldad de lo que él llama "grupos con intereses especiales". Por supuesto que Trudeau desconoce al ciudadano común, es solo un sirviente del globalismo de la ONU. Eso no le impide aprovechar la ocasión para hacer una previsible alocución demagógica, con loas al trabajador y énfasis en que el acto moral, lo "correcto", es participar de un experimento criminal. Deja en claro su noción de la ciencia como dogma, le da el piné para hablar de decencia e inocula en sus súbditos la idea de que disentir o mostrar ira frente a esta toma de los cuerpos es potestad de violentos, racistas y misóginos. Nada nuevo en la cultura de la cancelación. Como en 1984, la ilegalidad se halla en el espacio entre las sienes. Trudeau también va más allá: aboga por condenar y corregir a los parias, como el O'Brien de Orwell. Y lo hace mientras se llena la boca de civilidad en una suerte de simposio de ética en el que él representa su antónimo a la perfección. Lo cierto es que se merece los menhires de Obelix.

PD: Nótese el manejo del cartel de la foca lobotomizada en el último video.